Anna
Anna y yo comenzamos a
escribirnos, algunas veces manteníamos largas conversaciones,otras sólo eran
mensajes de buenos deseos o chistes y bromas; lo más curioso es que ninguna
hizo referencia a lo sucedido el día que nos conocimos, parecía que habíamos
hecho un pacto tácito de no nombrarlo.
Por medio de esas pláticas
supe que su hijo tenía siete años, que ella era quincemenor que yo y que era la
hermana sándwich entre unvarón mayor y una mujer; me enteré también que tenía
ya buen rato casada con su esposo y que llevaban una buena relación que, como
todas, tenía sus momentos difíciles por diferencias de carácter pero que al fin
y al cabo era una buena relación.
Algunas veces Anna y yo coincidíamos
en la estética y, contrario a mi costumbre, platicaba y reía con ella, tanto
así que Lila optó por pedirle a ella que fuera quien me atendiera, así que
Jovita dejó de ser quien me lavara el cabello y preparara el café; Anna era
quien me sacudía y peinaba después del riguroso corte de cabello mensual en el
que no faltaban los roces y las caricias “accidentales” que sólo se delataban
por el brillo de sus ojos o la pequeña curva en la comisura de mi boca; pero
incluso después de esos episodios, no decíamos nada al respecto. En una de mis
visitas a la estética Lila me contó que Anna ya no trabajaba con ella, que
había habido un “malentendido” y había renunciado; aunque me sorprendí, opté
por escuchar sin decir nada hasta que Lila me dijo:
-Cuando la veas, dile que
regrese
- ¿yo?
-Sí, sé que tú y ella han
hecho una buena amistad y que te tiene confianza.
-¿ajá? –dije insegura de qué
más decir y recordando lo que Anna me había dicho.
-Sí, es notorio porque es de
las pocas personas con las que conversas. Porfa dile que regrese, la verdad es
que trabaja muy bien y mis clientas preguntan mucho por ella.
Dicho eso Lila cambió de
tema.
Cuando salí de ahí, lo
primero que hice fue mandarle un mensaje, la verdad es que me sentía una mala
amiga pues había estado tan enfrascada en mi trabajo que no me había dado el
tiempo para escribirle en varios días.
-Hola Anna ¿cómo estás?
Llegué a mi casa y revisaba
el celular cada dos minutos.
-Hola má ¿qué hay? –me dijo Elías,
mi hijo mayor.
-Nada hijo, voy a mi oficina
a trabajar.
-Vale, avisó Alba que
estudiaba en casa de una amiga y llegaba a las 6.
-De acuerdo, gracias.
Dicho esto, me retiré a mi
“oficina”, nombre elegante con el que había bautizado a un pequeño cuarto anexo
a mi habitación en el que tenía un escritorio, una silla, unos libreros y
bastante desorden, pero que me daba la suficiente privacidad para escribir.
Cuando mis hijos eran pequeños, no había lugar en que pudiera hacerlo, así que
mi esposo y yo optamos por construirlo para que, por las noches ya que estaban
dormidos pudiera dedicarme a mi pasión. Ahora que ambos eran mayores (19 y 17
años) ya no era realmente necesario, pero se había convertido en mi lugar
preferido.
Intenté empezar a trabajar,
pero no podía concentrarme, le envié a Anna otro mensaje:
- ¿todo bien? estuve con Lila y me dijo que algo había pasado.
Esperé otros cuantos minutos
y no había respuesta.
-Má –dijo Elías tocando a mi
puerta- ¿ya comemos?
-Claro, ahora voy.
Mientras comíamos, mi hijo me
platicaba acerca de su reciente ingreso a la Universidad, estaba realmente
entusiasmado, así que logró que me olvidara de Anna por un buen rato. La
sobremesa se prolongó cuando mi hijo me ofreció café y seguimos charlando, me
di cuenta del tiempo que había pasado cuando la puerta de entrada se abrió y mi
hija hizo su aparición.
-Perdón Má, se me hizo un
poco tarde.
Miré el reloj, eran casi las
7 y yo ni me había dado cuenta.
-Que no se repita ¿eh?
-No, pero sí te avisé.
Hasta ese momento caí en
cuenta que había dejado mi teléfono en el escritorio.
-Bueno, ahora sí tengo que ir
a trabajar o no podré cumplir con la fecha.
Lo primero que hice al llegar
a mi oficina fue revisar el teléfono, efectivamente estaba el mensaje de mi
hija avisando que llegaba más tarde, pero de Anna nada y por lo visto no se
había conectado desde un día antes. Durante varios minutos fui y vine por la
habitación, escribía y borraba mensajes sin decidirme a enviarlos; finalmente opté
por llamar directamente pues, aunque recibía los mensajes, no los abría.
- ¿bueno?
-Hola Anna, soy Luna ¿estabas
llorando?
-Hola. No, para nada, estoy
un poco resfriada solamente.
-¿segura?
-…
-Hoy fui con Lila y no te vi.
-¿me extrañaste? ¿extrañaste
mis cariñitos? -dijo entre risas.
-Sí, y también tus manoseos “accidentales”
-respondí riendo también.
Seguimos platicando y bromeando
por alrededor de una hora, para entonces su voz sonaba más tranquila y sin
rastros de haber llorado.
-¡Oye! Yo no sabía que era
medicinal…
-¿Qué?
-que no sabía que era
medicinal
-¿por qué?
-porque con un rato de
platicar conmigo ya se te quitó la gripa.
-¡cómo eres!
-Cómo eres tú que me dices
mentiras
-…
-Me dijo Lila que renunciaste
-¿qué más te dijo?
-Que te convenciera de volver
-¿Eso dijo? ¿Por qué?
-porque dice que se ha dado cuenta que
somos buenas amigas y cree que yo puedo convencerte de cambiar de opinión.
-¿te dijo por qué renuncié?
-Algo acerca de un mal entendido
Anna empezó a llorar de nuevo.
-Yo no hice nada, te lo aseguro
-Te creo Anna, cálmate
-Es que en serio…
-Tranquila, por favor
-Mejor hablamos luego, no quiero
terminarme tu crédito.
-No importa, no puedo dejarte así.
-Además ya es tarde
-No para mí; no tienes que contarme nada,
sólo no quiero que no estés mal.
-¿conoces a Gerardo, el hermano de Lila?
-No
-Bueno, pues continuamente va a la
estética, él también se dedica a cortar cabello y eso. Nos llevamos bien, pues
como compañeros, platicamos y convivimos; Lila es muy “especial” para las cosas
del dinero, no todos podemos cobrar y dar cambios a la clientela. El caso en
que un día que yo estaba a cargo de la caja, llegó su hermano y le pidió a Lila
que lo dejara atender un par de clientes; todo bien, hasta que al final del día
se hizo el corte y la cuenta no cuadraba, por más que hice una y otra vezlas
cuentas no salían. Lila se molestó mucho y frente a las demás chicas y los
clientes que todavía quedaban me acusó de haber sido yo quien tomara el dinero,
yo le contesté –todavía tranquila- que Gerardo también había tomado cambio,
entonces sí se puso mal; me dijo que no era posible que quisiera culpar a su
hermano, que a él lo conocía de toda la vida y demás, ahí sí ya no pude estar
tranquila y la mandé al demonio con todo y su trabajo, y de paso le dije que le
regalaba lo que me debía. Esa es la historia.
A mí me hervía la sangre ¿cómo era posible
que Lila tratara así a Anna?
-Bueno y… –continuó ella- una semana
después me llamó Lila para pedirme que regresara a trabajar con ella.
-¡¿qué?! ¿todavía tuvo el descaro de
pedírtelo? ¿y de paso hoy a mí?
-Pues… me dijo que un par de días después
fue su hermano a verla y le dijo que un cliente lo había llamado para decirle
que le habían dado mal el cambio y se lo llevó después a su estética y Gerardo
se lo dio a Lila.
-Qué casualidad…
-El asunto es que yo le dije que
regresaría a trabajar sólo si se disculpaba públicamente, a lo que ella por
supuesto se negó. Así que yo me negué a regresar, además Santiago (mi esposo)
ya no quiere que regrese a trabajar, dice que por estar ahí no atiendo al niño.
-Y tú ¿qué quieres?
-Pues… con Lila de plano ya no regreso y
además creo que si he descuidado a Marco un poco.
-Entonces está bien
-¿No intentarás convencerme como te pidió
Lila?
-¿por qué lo haría? yo a Lila no le debo
nada.
-Lo único…
-¿Lo único?
-Pues… es que ya no nos veremos…
-¿por qué no?
-Pues porque ya no trabajarás con Lila
-Pero tendré las mañanas libres a cambio,
bueno, aunque sea algunos días.
Finalmente terminamos platicando de otras
cosas, hasta que Anna se despidió diciéndome que su marido había llegado e iban
a cenar.
-Vale, nos hablamos luego –dije yo a modo
de despedida.
-Okey. Luna…
-Ajá
-Gracias
-No tienes por qué
-De cualquier manera, gracias.
Pasaron un par de meses en los que Anna y
yo no nos vimos, nos mandábamos mensajes y algunas veces hablábamos por teléfono
y siempre decíamos que pronto nos reuniríamos, pero ninguna concretaba fecha.
Un día, mientras andaba de compras y
elegía algunas legumbres, de repente siento que alguien rodea mi cintura… ¡di
el brinco de mi vida! y de inmediato me di la vuelta con la bolsa en la mano a
manera de arma.
-¡Tranquila! ¡soy yo! –dijo Anna con voz
asustada y abrazándome en cuanto estuvimos de frente.
-¡Anna no hagas eso! –dije yo suspirando
de alivio y dejándome caer flácida en sus brazos.
-Pues no andes tan distraída mujer, llevo
rato siguiéndote y con esos audífonos no te enteras de nada.
Me solté del abrazo y la miré directo a
los ojos.
-¿por qué me sigues?
-porque te vi y te quise saludar, pero tú
ni caso. Hasta que me di cuenta que no podías escuchar nada.
-¿qué andas haciendo acá?
Soltó una carcajada y dijo:
-Lo mismo que tú…
-¡oh! es que nunca antes te había visto
-Es que antes venía los fines de semana,
pero como ahora tengo mucho tiempo libre por las mañanas… yo tampoco te había
visto.
-Es que generalmente yo vengo en las
mañanas, y casi nunca en fin de semana.
-Pues… feliz coincidencia ¿no?
-Sí
-¿vamos a tomar café? yo te invito esta
vez
-Claro, por qué no
Terminamos de hacer cada una su compra y
nos fuimos a la cafetería más cercana. Ahí supimos que ambas vivíamos cerca del
centro comercial, pero en sentidos opuestos, y que la mamá de Anna en la
colonia vecina a la mía; platicábamos muy cómodamente cuando mi teléfono empezó
a sonar, lo buscaba en mi bolso sin poder encontrarlo, hasta que comencé a
sacar todo lo que traía, mientras el celular paró de sonar y volvió a hacerlo,
para entonces yo ya tenía los nervios a tope, por el tono de llamada sabía que
era mi esposo quien me buscaba:
-Bueno…
-…
-Estoy haciendo las compras…
-…
-Sí, es que hoy vine más tarde…
-…
-Pago y voy para allá…
-…
-Sí, ya está preparada…
-…
-Vale, entonces no me esperes y come tú…
Anna no perdió detalle de la conversación.
-Era tu marido ¿verdad? –no esperó a que
le respondiera- se enojó porque no estabas.
-Un poco, es que hoy es el único día de la
semana que va a comer a la casa.
-Okey –dijo reflexiva- entonces ya pago y
nos vamos.
-De cualquier manera, ya no lo alcanzo,
dijo que mejor comía en la calle ¿y tú? ¿no tienes que ir por tu hijo?
-Hoy no, hoy Paco lo recoge para llevarlo
al deportivo; como ahora yo voy por las mañanas a hacer ejercicio, él lo lleva
los dos días que van juntos.
-Bueno, de cualquier forma, ya es hora que
me vaya.
-¿Cuál es la prisa? mejor nos quedamos a
comer, y así ni tú ni yo comemos solas.
Me quedé pensando unos momentos.
-A menos que te sientas incómoda.
-No, no es eso. Está bien, pero yo pago la
comida.
-Mmmm ya veremos.
Pasé una buena parte de la tarde en
compañía de Anna, no se nos terminaban los temas y siempre había algo más que
decir.
-Muchas gracias Anna, la pasé muy bien.
-¿En serio?
-¡Sí! ¿por qué lo dudas?
-No sé, tu forma de ser me intimida un
poco y a veces creo que no estás muy a gusto conmigo.
-Claro que sí lo estoy, no pienses eso.
A partir de ese día, acordamos que iríamos
el mismo día de compras y aprovecharíamos para desayunar juntas.
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Ojala respondas esto, porque publicaste tan tarde? Seguiras haciendolo? Porque en realidad poner a sufrir al lector no aguanta! En serio sigue la historia pero seguidamente. Saludos.
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